viernes, 1 de julio de 2011

21 de Marzo.

Y de repente me desperté, fue curioso. Me desperté llorando, a moco tendido, con dolor de cabeza y con el corazón encogido. No lo entendía porque era 21. Era 21 de Marzo y ese día era nuestro aniversario. Llevávamos un año ya. Se me hizo cortísimo, como un susurro del que no quería que nunca acabará. Un año lleno de amor, pasión, discusiones, regalos pero sobre todo mucha confianza y una grandísima amistad entre medio. Era un día muy esperado por ambos. Yo le había regalado ese reloj que un día cuando estábamos de escapada de fin de semana en Mallorca vió en un escaparate de una tienda vintage. Era muy caro y ninguno de los dos podíamos permitírnoslos.Pero ahorré mucho y se lo compré. No encontraba otra forma mejor de gastar ese dinero. Era para él y con eso me bastaba. Simplemente verle esa sonrisa tan preciosa que eclipsaba hasta el resplandor de las estrellas una noche de verano. Le quería, le quería más que a nada. 

Y llegó la hora de vernos. Yo estaba en casa contando las horas de que él, mi Romeo apareciera por la puerta. Y la hora llegó, y tanto que si llegó. Eran las 9 de la noche. Yo iba guapísima, me puse un vestido rojo de seda con mis zapatos negros con brillantes delante. El pelo suelto y rizado como a él tanto le gustaba. Y sonó el timbre, él tan puntual como siempre. Abrí la puerta y él no estaba, solamente había una nota. En esta ponía: "Sígueme hasta el paraíso, mi angel" Y una flecha que señalaba el portal. Bajé ilusionada y rapida por las viejas escaleras. En el portal había una caja de bombones lindt y un enorme ramo de rosas rojas y otra nota claro. En esta ponía: " Donde nos dimos el primer beso te espera tu Romeo" y señalaba el parque que estaba justo enfrente de mi bloque de pisos. Salí corriendo del edificio y comencé a escuchar "Just a dream" tocada al violín y con un piano de fondo. Las lágrimas comenzaron a derramarse y el rimel lloraba al igual que su dueña. Y lo ví. Allí parado delante de la fuente con un te quiero escrito en un enorme mural. Allí estaba el hombre de mi vida vestido con un traje negro muy elegante. La luna no le hacía justicia. Era perfecto. Señores la perfección si que existe. Era él, era yo, éramos nosotros. Un siempre indestructible.

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