viernes, 25 de enero de 2013

Date la vuelta... Aquí estoy.

Podría... ¡Podría escribirte un poema! ¡O una canción! ¡Podría trazar tus delicadas líneas en un papel  y hacerte un retrato! O podría... Podría decir que te odio y estar mintiendo, o podría decir que no sufriría ni un ápice si no te volviera a ver y estar realmente jodida... Podría decir que como tú hay muchos y mentir, porque eres único... Podría hacer esto y mucho más, pero no estaría siendo honesta. Todavía no había tenido el placer de cruzarme con alguien como tú, y realmente, me considero afortunada de haberte encontrado en mi camino, como solemos decir nosotros, cosas del destino. Nos enamoramos a 100 km/h, nos besamos a 150... E hicimos el amor a 70. Aunque nos llevara toda la noche, no importaba, solos tú y yo en aquella habitación, sin luces, rifándonos la culpa, jugando en un delicioso tira y afloja, donde se disputaba una bonita guerra de sexos en la que no había vencedor ni vencido. Como agua para chocolate, o como fuego para un cigarrillo, así de necesario fuiste desde que te conocí. Contigo o con ninguno, es mi ley... No es simple palabrería barata como se escucha hoy en día, son palabras puras, cual gota de rocío colgada tímidamente de la hoja de un árbol a primera hora de la mañana, así de puras. Sencillo y en silencio me hallo ahora mismo mientras te escribo estas líneas, como bien ves, no es ni una canción, ni un retrato, ni un poema... Es algo mucho mejor. Las canciones se olvidan al igual que los poemas, y los retratos... No se admira su pureza al 100%; por eso me he decantado por esto; que no sé ni lo que es, no sé si definirlo como prosa, alegoría al amor o una gilipollez que estoy escribiendo antes de ponerme a estudiar... Pero que es mi gilipollez, y que el único que le da significado a estas líneas eres tú, gracias por hacerlo posible. Dicen que las gilipolleces no se olvidan, así que aquí me tienes escribiendo esto, en una habitación oscura y desolada, mientras suena Jason Marz de fondo, mientras te pienso... Mientras recuerdo tu rostro, tu sonrisa, tu voz... Mientras mi cabeza se va a otra parte, a esa otra parte dónde estás tú, esperándome en el sofá de aquella casa, para ver una peli, o simplemente estar tirados viendo la televisión. Recuerda, el día menos pensado, estaré esperando al otro lado de la puerta, con una sonrisa idiota, de oreja a oreja, donde podrás leer tu nombre escrito.

jueves, 17 de enero de 2013

To the end of the world

Seguramente me llamen ingenua, positiva, que aún soy una niña para saber de amor. Posiblemente todas aquellas personas tengan razón, ¿Por qué no? Seguramente no haya vivido todo, aún me falta mucho. Puede, que no conozca todas las palabras de  la definición de amor, o sus duras consecuencias, sus reglas y normativas. Sus responsabilidades y deberes. Sus prohibiciones, el comportamiento ante este.

Puede que no sepa nada o que a la vez sepa de todo. Puede que no me sepa la teoría, que sabemos que más tarde no nos sirve para nada. Puede que no le ponga etiquetas a lo que siento cuando le veo. Mis ojos al centellear más que una estrella fugaz hablan por sí solos. ¿Para que llamarlo de alguna forma? Los terremotos que sienten mis piernas antes de ver su coche aparecer de la nada, como un sueño. Las mariposas que todavía voletean dentro de mi estómago.  Puede que no sepa como demostrar el amor, pero creo que nuestros besos sobrepasan la ilusión. Cuando le veo sonreír se apaga el mundo y solo quedamos él y yo, siendo felices, juntos. Noches de frío en aquella congelada calle, luces que brillan, palabras de tontos, risas bobaliconas, historias interminables, planes venideros... Madrugadas, noches en vela que te giras y le ves dormido, en paz, desprendiendo un calor que necesito todas las noches de mi vida.

Que se entere el mundo que de amor se puede para el tiempo, que se entere el mundo que no importa nada más. Yo no tengo amor, yo tengo necesidad de mi amor, de la personificación del amor. De la perfección, de mi mitad, de mi tiempo, de mis ganas, sonrisas, lloros, de él.

No importa nada más. Nunca digas nunca y no todo tiene un fin. Ya no me asusta decir un siempre, ni llorar de felicidad. Todo tenemos la opción de compartir nuestra vida con una persona y yo he decidido compartirla contigo. No hay cosa que me enorgullezca más.

Y, si esto no es amor, que venga Dios y lo vea.

                                                                                                                        Sr. Ingenua.