Una
tormenta pasajera en una noche de verano, los relámpagos rugen, rompen,
iluminan. Iluminan mi mirada que se clava en la calle, y entonces, mi
imaginación flota, fluyo entre mis sensaciones y se imagina bailando debajo de
ella, quitándome los problemas y dándome las fuerzas que me faltan para poder
coger al toro por los cuernos y decir lo que siento. Sí hablo de sentimientos.
Él nunca me
prometió lunas, nunca dijo que sí cuando era un no rotundo, su risa maliciosa
nunca cesaba cuando la mía le hacía eco. Sus insultos bobalicones, sus ganas de
ser de nuevo un adolescente, sin ganas de vivir de nuevo, de encontrar a
alguien tan afortunada como yo. ¿Destino? ¿Suerte? Un poquito de aquí un
poquito de allá. Sus “pequeña” sus “princesa” sus “nena”.
Él, mis
ganas de la llegada del viernes para que la noche vuelva a ser joven, para que
la noche no tenga horarios ni sueños, para que mi mente vuele lejos… Pero tan
cerca de él. Mis ganas de aprender a cocinar, y a saber que los platos van en
el lavavajillas y no en la lavadora. Mis ganas de hacer listas interminables de
cosas ansiadas, exclusivas, suyas.
Hace que me
ría, que me ría muchísimo. Pero no esa sonrisa de semblante, no, esa sonrisilla
de tonta, de niña con algodón de azúcar, me da esas ganas de salir a calarme en
medio de una tormenta, esa gracia de hasta mi propia sombra, esos instantes en
los que espero que mi pequeña marmota despierte de su letargo y me cante sus
mañanitas. Esa sonrisa de mediodía al ver como al llegar a casa me recuerda y
se preocupa por mi sueños, ingenuo, no sabe que mi cantinela nocturna es con
sus tonterías, sus locuras, su voz… esa voz que hace que fantasee y que me
teletransporte unos 149
kilómetros aproximadamente.
Siento que
estoy tomando un camino difícil, jodido dónde los haya, pero tengo seguro que
será el más satisfactorio. Quiero regalarte miles de momentos, promesas, bailes
bajo la lluvia, clases de cocina, velas con olor a vainilla, libros excitantes,
discusiones de tirar la casa por la ventana, reconciliaciones con no nos harán
conciliar el sueño. Robarte miles de besos, susurrarte mas de ti mientras el
amanecer nos dice que nuestros sueños comienzan a evaporarse. Perderme en sus
brazos y encontrarme en sus ojos; esos ojos que piden más de mí, más de él, más
de nosotros.
Un día me
preguntaste cual era mi ilusión, en ese momento no supe que contestarte. Ahora
creo que lo tengo claro: Una persona que me quiera hasta enfermar, que junto a
ella la vida sea menos jodida. Y que el mejor lugar del mundo en el que haya
estado sea colgando de mi sonrisa.
¿Por qué a
quién no le gusta una bonita sorpresa?