viernes, 27 de julio de 2012

Cuestión de esperanza.


Una tormenta pasajera en una noche de verano, los relámpagos rugen, rompen, iluminan. Iluminan mi mirada que se clava en la calle, y entonces, mi imaginación flota, fluyo entre mis sensaciones y se imagina bailando debajo de ella, quitándome los problemas y dándome las fuerzas que me faltan para poder coger al toro por los cuernos y decir lo que siento. Sí hablo de sentimientos.

Él nunca me prometió lunas, nunca dijo que sí cuando era un no rotundo, su risa maliciosa nunca cesaba cuando la mía le hacía eco. Sus insultos bobalicones, sus ganas de ser de nuevo un adolescente, sin ganas de vivir de nuevo, de encontrar a alguien tan afortunada como yo. ¿Destino? ¿Suerte? Un poquito de aquí un poquito de allá. Sus “pequeña” sus “princesa” sus “nena”.
Él, mis ganas de la llegada del viernes para que la noche vuelva a ser joven, para que la noche no tenga horarios ni sueños, para que mi mente vuele lejos… Pero tan cerca de él. Mis ganas de aprender a cocinar, y a saber que los platos van en el lavavajillas y no en la lavadora. Mis ganas de hacer listas interminables de cosas ansiadas, exclusivas, suyas.

Hace que me ría, que me ría muchísimo. Pero no esa sonrisa de semblante, no, esa sonrisilla de tonta, de niña con algodón de azúcar, me da esas ganas de salir a calarme en medio de una tormenta, esa gracia de hasta mi propia sombra, esos instantes en los que espero que mi pequeña marmota despierte de su letargo y me cante sus mañanitas. Esa sonrisa de mediodía al ver como al llegar a casa me recuerda y se preocupa por mi sueños, ingenuo, no sabe que mi cantinela nocturna es con sus tonterías, sus locuras, su voz… esa voz que hace que fantasee y que me teletransporte unos 149 kilómetros aproximadamente.

Siento que estoy tomando un camino difícil, jodido dónde los haya, pero tengo seguro que será el más satisfactorio. Quiero regalarte miles de momentos, promesas, bailes bajo la lluvia, clases de cocina, velas con olor a vainilla, libros excitantes, discusiones de tirar la casa por la ventana, reconciliaciones con no nos harán conciliar el sueño. Robarte miles de besos, susurrarte mas de ti mientras el amanecer nos dice que nuestros sueños comienzan a evaporarse. Perderme en sus brazos y encontrarme en sus ojos; esos ojos que piden más de mí, más de él, más de nosotros.

Un día me preguntaste cual era mi ilusión, en ese momento no supe que contestarte. Ahora creo que lo tengo claro: Una persona que me quiera hasta enfermar, que junto a ella la vida sea menos jodida. Y que el mejor lugar del mundo en el que haya estado sea colgando de mi sonrisa.

¿Por qué a quién no le gusta una bonita sorpresa?

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