jueves, 24 de mayo de 2012

Como bestias...

Me miraban como un monstruo, como una auténtica bestia; al igual que el cuento o la película que Disney. No sabía el porqué, mis actos tampoco eran "tan malos". Podía ser porque mis palabras dolían más que cualquier espina. Esto ocurría porque mi cerebro y mi corazón tuvieron un affaire mal parado. Iba con la cabeza alta y mirando a la gente desde las alturas, eso ocurría por los 15 cm que hacían que mis piernas se estilizaran. También por mi pito de voz o por mi hinchazón de la vena aorta. Que se le va a hacer si la afonía se avergüenza de mí y de mis malhumorados despechos. Probablemente sea que mis ojos tienen algo de oscuro o de pasión; no puedo hacer nada si las sombras y el eyeliner son mis complementos perfectos. Egocéntrica, caprichosa, impaciente, con sangre demasiado caliente. 
Pero claro, espero, que al igual que en el cuento cuando mi flor (guardada en una urna de una habitación escondida de mi palacio) esté apunto de morir aparezca ese alguien que me mire a los ojos y que me diga: Conmigo no puedes, yo no te tengo miedo.


- Tú me sonreíste, así que asume las consecuencias.

lunes, 21 de mayo de 2012

Tus sueños se harán realidad.

Ahora eres tú el que tiene la batuta, ya vale de sufrimientos unilaterales. Es el momento de que rechaces a los que algún día te dijeron que "no". Este el momento para gritarle al mundo que estas aquí, de nuevo, para ser feliz. Es el momento de buscar lo que un día ni quisiste tener, y de recibir peticiones que en tu vida te imaginarías. Es hora de no mirar el reloj.
Es hora de trasnochar viendo el amanecer, de bailar junto a una pared y cogida de la cintura por un perchero. Es el momento de ser valiente, es el momento de sonreír con un día de tormenta y de cantar hasta desgañitarte. Es el momento de que te conozcas y sepas quién eres. Es el momento de demostrar que eres fuerte, que no te mereces lo que te está pasando. Es el momento de mirar hacia delante, mirarnos, y preguntarnos: ¿Porqué no? Y por último ya es el momento en el que escuche de tu boca salir un te quiero.

martes, 15 de mayo de 2012

Llama al sol.

Dicen que enamorarse es como un juego, con mareos iniciales. Aunque cuando este ya haya acabo lo único que quieres es más y más. También dicen que el amor es como un autoreflejo, como sonreír, respirar o tener miedo. Tengo que reconocer que nunca fui una niña temerosa. No era de las que creían en el "Coco" o en el monstruo de debajo de la cama. Desconocía de la existencia de vampiros y fantasmas. Podía enfrentarme con las niñas que hacían que llorara y no tener miedo a que me quitaran el bocadillo en el recreo. Y así hasta hoy. Segura de poder coger un amago, avanzar un callejón vaciando el cargador.
Porque eso no es lo que me da miedo. Estoy aterrada por tomar decisiones que hagan que mañana ya no pueda cambiar, miedo a que pase el tiempo y que de buenas a primeras este mirando los sofás de mi casa nueva. Miedo a ver una sonrisa falsa o una mirada despedazada de dolor. Escuchar un "Esta tarde tenemos que hablar" o de recibir una carta diciendo que no es por mí, sino por él. Miedo a buscar colegios y canguros, y pensar en un lugar para vivir cuando no tengamos pulso para sostener la mano.Y, de pronto, todo este terror se empieza a disfrutar como looping de una montaña rusa. Y, eso, es la felicidad. 


- No nos gusta tener una cosa y a la vez perder otra, pero lo cierto es que casi todo en la vida consite en eso: Ganar perdiendo.

Maybe

Llegó el momento de decidir, ya no había marcha atrás. Vomitaba palabras, sentimientos, miradas, recuerdos, fé y fantasía. Las cosas suceden por algo, por un alguien. Estábamos hechos para cruzarnos, los días sin nuestra compañía habrían sido muy aburridos aunque seguramente mucho más productivos. Esta compatibilidad y ganas de reír al escuchar nuestras voces al unísono. Esas horas pegadas al teléfono, esas noches interminables en las que no quería dormir, esos kilos de cafeína que nos metíamos al cuerpo. 


Estabas hecho para mí y yo para ti. Ni más ni menos, el que arriesgó ganó y luchó por lo que llegamos a consolidar.
Alguien me dijo una vez que los valientes son sexys. Y no os podéis imaginar lo sexy que es cuando ronronea pidiéndome más, mucho más de mí.

sábado, 5 de mayo de 2012

Nuestro último tango en París.

Entró, dejó su mierdas y volvió a salir de mi vida como tantas veces a hecho. Las mismas palabras, los mismos hechos, las mismas jugarretas y planes. Dudé al pensar si por fin habría cambiado pero me acordé de una pregunta o mejor dicho del entrevistador. Me acordé de sus miradas embobado en mis ojos, de su risa y de su vergüenza al tenerme al lado. Me acuerdo de su cara, cual poema, hablando del otro. De su pregunta: ¿Aún le sigues queriendo? No supe que contestarle, aún no me había hecho esa pregunta. Un bucle de sentimientos me tragaron. Eché valor y contesté, sin tener muy claras las ideas.
No le quiero, vamos por lo menos no como antes, pero si te dijera que no pienso en él, te mentiría.- le dije.
No contestó, pasamos de tema. Pero yo seguí con el run run en mi cabeza. ¿Aún seguía sintiendo algo? La verdad que pensándolo con la cabeza fría digo que no, que no le quiero. Solo guardo recuerdos, sobre todo malos. Cerré la puerta con candado y tire la llave. Pasado pisado ¿no?


Como la espumita del cola-cao.

¿Porqué coño tenía que estar tan guapa por las mañanas? La miraba, y la volvía a mirar. Nunca me cansaré de ella. Adoraba verla entre mis sábanas, con su boca abierta enseñando sus sexys labios y su meticulosa costumbre por tener los dientes perfectos. Su pelo recogido en un moño mal hecho. Aún tenía las sombras de los ojos perfectas aunque el rimel había dejado su huella en mi almohada al igual que su perfume dulzón. Su cuello estilizado con la gargantilla que se compró en Roma. Su espalda desnuda. No quería que nadie, mas que yo, pudiera besar esa constelación de lunares de su espalda. Sus brazos entrelazados entre mi pecho y sus piernas unidas a las mías como un candado. Por  fin la tenía conmigo; tanto amor silencioso por fin tuvo sus frutos. Pero mereció la pena, ahora la tenía aquí, con nadie más. 
Hice café, zumo de naranja, compré sus napolitanas favoritas y cogí prestada una rosa del balcón de la vecina. Lo llevé a la cama; y con un besito en la nariz y un te quiero, mi princesa se despertó. 
¿Quién dijo que los despertares no pueden ser perfectos? 

- Tú eres el producto de innumerables parejas que durante siglos buscaron el amor.