viernes, 18 de noviembre de 2011

Como cambian las cosas en cuestión de 6 horas.

6 horas, 360 minutos, 21.600 segundos, la vida cambia... Parece poco tiempo, y lo es, pero esto es así de caprichoso, y estaba claro que algo tenía que pasar, estábamos rozando la perfección, cosa sobrenatural.

Miércoles por la tarde: hoy te veía, iba a ser genial porque iba a estar a tu lado. No es que estuviéramos en el lugar más romántico del mundo, estamos hablando de un taller. Pero ¿sabes? me daba igual, estaba junto a ti, te volvía a ver, y estábamos haciendo poquito a poco un día a día juntos. Una relación de las buenas. Nos contamos nuestras vidas, nuestros corazones comenzaron a hablar y no podían parar, nuestros problemas familiares, frustraciones, alegrías, aficiones, ropa, relaciones. Volvimos jugando al taller e imaginándonos nuestro futuro juntos. Parecía ideal y quería vivirlo. Eran las diez y no nos fuimos casa, claro está. Estuvimos en un bar durante tres horas más. Me mirabas y te reías, te miraba y me enamoraba más, no quería marcharme nunca, te lo juro. Pero todo tuvo que llegar a su fin. Me fui para casa con unas de mis mejores sonrisas, con uno de los días más felices de la vida de esta chica de tan solo 16 años.

Jueves: Me desperté pletórica. Dije que ese día nadie me iba a fastidiar mi alegría y quitarme la sonrisa de mi boca. Me lo prometí a mí misma, pero todo no sale como esperamos. Una foto lo cambió todo, supuestamente él no era normal, no era lo planificado ni lo deseado por mis padres. Tras horas de peleas, de intentar convencerles que era el chico que mejor me había tratado, con el que mejor había conectado y con el que era feliz, nada cambió. En una mano tenía al chico al que sigo queriendo y en otra a toda mi familia. No sabía que hacer. Soy impulsiva y por eso me pasa lo que me pasa. Tenía la clara idea de terminar con todo esto tan precioso, porque no me merecía la pena. No os podéis imaginar lo que lloré. Quedé con él y con tan solo ver como su pierna se bajaba de ese coche azul marino que me encantaba, me derrumbe y no hubo nadie que me parara. Me abrazó. Hablamos. Lloré, el se enfadó. Se fue, me dio dos besos y se fue, como si nunca hubiera existido. Yo en cambio me caí al suelo, no quería olvidarlo, no quería hacer como si no hubiera existido. Y no sé porqué volvió. Me abrazó más fuerte que antes. Me dijo que no quería verme mal, que aunque a él las lágrimas no le salieran con la misma facilidad él también estaba muy dolido. Buscamos culpables, miramos atrás y observamos que habíamos hecho mal. Y como conclusión nos dimos cuenta de que ninguno de los dos teníamos la culpa y de que todo lo que habíamos hecho estaba bien. Cada relación es un mundo y nosotros teníamos nuestras propias normas y tiempos. Y con un "ya hablaremos" nos despedimos. En mi corazón y en mi cabeza sabía que no le iba a ver más, que no volvería a escuchar su voz, que ya nada sería como antes. Llegué a casa y me metí a la cama a llorarle mis penas a la almohada. No comí, no cené, tenía una bola en el estómago. Empecé a recordar. Me imaginé una vida sin sus llamadas, sin sus "Buenos días princesa", sin sus besos, sin sus piropos, sin sus tonterías, sin él. Me volví a derrumbar y no paré.

Viernes por la mañana: Me desperté y una gota cayó de mi ojo. Ya volvía a las andadas. Me acosté llorando y me desperté peor de lo que estaba. Tenía la esperanza de que todo lo que pasó el jueves fuera un sueño, de que de repente comenzara a sonar la alarma diciéndome que me tenía que ir al instituto, que nada hubiera pasado, solo en mi cabeza. Pero eso no pasó. Ese día no fui al instituto, no me podía permitir comenzar a llorar en medio de todas las clases, no podía contar la historia una y otra y otra vez, no podía poner una sonrisa y decir que todo estaba bien. Ya estaba todo perdido. Mis amigas no se creían que lo hubiéramos dejado. Ellas sabían todo lo que yo había luchado por ese chaval, lo pillada que estaba, la obsesión que tenía.
Entre un mar de lágrimas debajo de las sábanas escuché otra vez mi móvil. Era él. Estaba triste, tenía una vocecilla de desilusión. Lo único que quería era verme bien, feliz. Fui sincera. Le dije que con lo único que podría estar feliz sería con él. Olvidar todo y comenzar de nuevo. Me costó lo mío explicarle las cosas, los hechos y abrirle mis sentimientos. Dijimos que volveríamos a empezar. Las lágrimas se cortaron como si hubiéramos cerrado el grifo de agua fría. Estaba un poco recelosa, sabía que no lo iba a olvidar tan fácilmente. Pero le esperaría. Minutos después sonó el timbre de los mensajes. Era él y me ponía "Que todo va ha salir bien porque eres lo mejor que se puede tener" A partir de ese momento volví a confiar, volví a ilusionarme, volví a sonreír, volvía a estar con él.

Lo único que te pido Omar, borra este jueves de tu cabeza, yo lo he hecho. Vamos ha hacer que la frase de borrón y cuenta nueva tenga un significado y unos resultados. Y esto no va ha ser un problema sino una solución, una luz para cuando estemos tristes.
Solos tú y yo.

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