jueves, 6 de octubre de 2011

La droga le hizo más "fuerte".

Era yo, una chica de tan solo 17 años, con mis inseguridades y mis problemas como toda adolescente. Como todos, tenía muchas dudas y quería conocer la respuesta de esas cosas tan misteriosas y algunas de ellas, prohibidas. Nunca me imaginé que iba a caer en ese hoyo tan profundo del que poca gente puede salir y muchos de ellos se quedan en el camino. Os cuento mi trágica y dura historia:
Yo era una chica responsable, un poco tímida, no gustaba a los chicos ni nada de eso, estudiosa, quizás demasiado, no bebía, ni fumaba. Tenía mis amigas de toda la vida y no me gustaba nada llamar la atención. No estaba feliz, pensaba que mi vida era una mierda, que mejor no estuviera en esta ella, total nadie me hubiera echado de menos. Mi autoestima estaba por los suelos y mi alegría y mi juventud le acompañaban en fila india.
Un sábado como otro quedamos en el parque enfrente del instituto, mis amigas bebían y fumaban como cosacas. Y a mí me entraban ganas de probarlo y saber como era, aunque me sentara mal. Pero quería integrarme y no sabía como hacerlo.
Primero tome un trago de un cubata medio negro medio verde, prefería no saber que contenía ese grandísimo vaso. La verdad es que eso no me hizo mucho efecto y no entendía porque hacían eso ¿Porque en realidad les gustaba? ¿Porque se sentían mejor, en un estado placentero? O ¿Porque querían integraserse y no ser las raras como yo?, No lo sé pero yo seguí bebiendo. Comenzaba a integrarme, no sé si fue porque empezaba a caerles bien o porque el alcohol en sangre de mis amigos acaba de pasar el cupo.
Más tarde aparecieron los chicos, esas personas que tanto me habían echo sufrir durante esos años pero que si alguno de ellos se fijará en mí me daría la alegría de mi vida. Uno de ellos se acercó. Era Javi. Un chico un poco problemático, machito y con una muy mala influencia. Mis amigas andaban loquitas por él. Pero se acercó a mí y realmente no sabía por qué. Javi tenía fama de meter a las chicas buenas en los malos caminos y hacer que sus vidas cayeran al suelo. Y más o menos eso hizo con la mía.
Esa noche terminó y tras beberme lo que nunca habría pensado y haber rechazado al menos unos 50 € de marihuana me fui a casa, pero no sola, agarrada a Javi.
Seguimos quedando cada vez más y más días. Me gustaba mucho, mejor dicho me ponía mucho, muchísimo. Como me agarraba, me besaba, me mordía, me quitaba la ropa y me hacía el amor de una forma brutal y salvaje. Hice muchas locuras durante ese tiempo y poco a poco lo empecé a querer. Era su chica, cosa que nunca antes había experimentado. La gente me respetaba y me conocía, caía bien a todo el mundo y todos los tíos morirían por echar un polvo conmigo, lo sabía. Había cambiado, psicológicamente, físicamente, y personalmente. Ya no iba con mis vaqueritos y mis manoletinas. Ahora iba con unas minifaldas de infarto, tacones y mini camisetas, me gustaba provocar y que los chicos se fijaran en mí, todo lo que antes no lo habían hecho.
Una tarde como la gran mayoría de los días estábamos en su casa. Nos follamos y había sido increíble. Javi siempre al terminar y al empezar se solía meter unas rayas, y siempre me decía que debía probarlo, que no sabía lo que me perdía. Fui tonta y lo hice. Me la metí. Y la odié, pero debía poner una buena cara porque mi chico quería que lo hiciera.

Eso ya se convirtió en una rutina, entre porros y rayas iba todo el día drogada. Dejé de ir al instituto por estar con él drogándonos, dejé a mis amigas de una forma horrible, llegué a maltratar de una forma brutal a mis padres. Estaba cayendo bajo, muy bajo. Pero estaba ciega y solo veía a Javi, mi gran enfermedad y a la vez mi única medicina, a mis nuevos amigos, y a la coca.
Me metí en muchísimos líos, robé, me fui de casa de mis padres, sufrí mucho, mi amor, por el que había dejado todo, me mintió infinidad de veces. Pero le perdonaba, porque era lo único que tenía, que me quedaba.
Pero un día todo lo cambió. Me desperté y nada más abrir los ojos abrí el cajón de la mesita de noche y me saqué mi bolsita con mis tres gramos de coca y una tarjeta de crédito. Me las metí seguidas sin parar, necesitaba salir un poco de ese mundo de mierda que me rodeaba. Estaba sola en casa, cosa rara, siempre estaban los amigos de Javi rondando por la casa. Llegué a la cocina y vi una nota de él. En esta ponía: "Sal a por lo nuestro, que me la he gastado toda. He ido a currar, ¡No me esperes a comer!- Javi"
La verdad es que no me trataba bien, era su sirvienta, su esclava. Ese día me había despertado con mal pie y esperé un poco a ir a por la droga. Entonces me fui a la ducha y escuché la puerta. Era Javi, pero no estaba solo. Era la voz de una chica. Me callé y miré por el hueco que la puerta me dejaba ver. Se estaban besando y riendo de mí. Salí y me volví loca, rompí todo, pegué a la chica que no tenía la culpa. Javi al verme tan nerviosa me sujetó y yo, al sentirme como en una cárcel, de la rabia, le pegué una bofetada en la cara. En respuesta de eso Javi me pegó un puñetazo que me dejó tumbada en el suelo, con una labio sangrando y con mi vida hecha pedazos. Se fue. Y yo me quedé allí. 
No sabía como afrontar lo que me había pasado y lo único que podía hacer para no pensar tanto en el tema era drogarme. Y me drogué, claro que lo hice, pero esta vez como nunca antes lo había hecho. Me metí otras tres rayas, me fumé dos porros y unas gotas de GHB. Estaba como una zombi tumbada en el sofá del salón. Y me dormí. 
Cuando me desperté me encontraba muy mal y me dí cuenta de que no estaba en mi casa. ¡Estaba en el hospital! Con mi madre agarrándome la mano y mi padre sentado en el sillón llorando de alegría porque me había despertado por fin. Según lo que mis médicos dijeron había estado en coma profundo durante 7 meses. Y que toda la droga me había creado secuelas en el cerebro y en el sistema nervioso. No me lo podía creer. Pero lo primero que le pregunté a mi madre era que dónde estaba Javi. Nunca debí haberlo echo. Mis padres me contaron que alguien me había dejado en el portal de mi casa medio muerta. 
Pasaron unos años. Yo volvía a mi vida, aunque con secuelas. Estuve dos años en una clínica de Barcelona desintoxicándome. No me había olvidado de Javi. Pero seguí con mi vida. Volví a recuperar mis estudios y conseguí llegar a la Universidad. Años después me enteré de que Javi había fallecido por una sobredosis de cristal. 
Lo único que os puedo decir es que nunca os dejéis influenciar, que nunca intentéis ser alguien que no sois, que nunca os humillen, y que nunca caigáis en esa "diversión" llamada las drogas. Porque me lo estaba pasando tan bien que casi me muero por ello. Porque con 17 años podría haberme comido el mundo y lo único que hacía era comerme pollas y meterme mierda por la nariz. Llegué a tocar la muerte con la punta de mis manos pero me dieron una segunda oportunidad, suerte que muchos no tuvieron ni tendrán.



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