martes, 11 de octubre de 2011

No hay una segunda sin una tercera.

Era domingo por la noche. Yo estaba en mi eterna discusión con las matemáticas, pero mi cabeza estaba en otro lado, estaba contigo. Estaba en esos momentos, en esas risas, en esos paseos nocturnos, en ese que eras tú. 
Me levanté de la silla, estaba cansada de tanto darle al coco y fui a por mi movil. Tenía dos mensajes nuevos y tres llamadas perdidas. El corazón, por unos instantes, se me alegró. Abri el primero, comencé a leer y una gota cayó por mi ojo, todavía maquillado. En este mensaje ponía que todavía no la habías olvidado, que todavía la querias y que no querías darte por vencido. 
Me sentí como una tonta, me sentí engañada, me llevé una gran desilusión pero sobre todo me decepcionaste. Pensaba que no eras como los demás, que eras diferente a todos los otros que se han cruzado por mi camino. Podía imaginarme un futuro un poco cercano junto a ti, pero no pudo ser. Y ahora me hago unas preguntas, espero que algún día me las puedas contestar: ¿Se puede tener a dos personas en la cabeza? ¿Puedes ilusionar a otra persona cuando no es a ella a la que llevas en el corazón? ¿Es verdad que un clavo saca otro clavo? ¿Cuando me besabas te acordabas de la otra? Esperaré unas respuestas, te lo aseguro. No me quiero quedar con la duda, es una cosa que no aguanto.
Una cosa no quita a la otra, todo hay que decirlo, me has encantado, tanto por fuera como por dentro. Aunque no hayamos tenido un final como el que esperábamos me lo he pasado genial y poquito a poco me empezaste a hacer tilín y a olvidar a otras personas, que merecían mucho menos la pena que tú.
Gracias por lo bien que me lo has echo pasar y por hacerme las noches un poco menos largas R.
Un placer haberte conocido, M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario